-¡Ay, cómo huelen los libros a viejo!- dijo mientras sujetaba con manos temblorosas una edición del siglo XVIII del Quijote. Estaba sentada en la fila de atrás y pude oler a cuero, a tinta, a escribanos, a castellano antiguo, a los sueños de Alonso Quijano, a Dulcineas del Toboso...
Intenté acariciar las tapas, casi con miedo, temiendo que el papel empezase a descomponerse, a desaparecer entre mis dedos y pensé en Cervantes, en qué pensaría si nos viese allí. Aprendices de escritores enamorados de las letras deseando escribir, tan sólo media página, con la misma magia que lo hacía él y con su libro entre las manos...tres siglos después.
Las palabras son mágicas, pueden esconderse tantos siglos, pueden llegarnos y traernos aromas y dulzuras de otros 'actuales tiempos' que nos llenan el alma.
ResponderEliminarHermosas tus palabras y tus apreciaciones.
Besos lindos
Gracias Anaís. Guarda esos libros como el tesoro que son.
EliminarUn beso muy grande!!!!!
Aldona Lorenzp pulula en nuestros cuentos.
ResponderEliminarTambién huelen a sueños, magia...y eso no desaparecerá nunca. Me gusta tu relato. Besos...
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