En las páginas amarillentas de un libro, encuentro versos de alguien que murió cien años antes de que yo naciera...también en diciembre. Versos con los que, adolescente, aprendí lo que era la poesía. Aprendí a amar la lectura más de lo que ya la amaba...Y hoy, ciento cuarenta y dos años después de que se haya ido, vuelvo a leerle, abriendo páginas al azar..."Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión...", "Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada...", "Despierta, tiemblo al mirarte...", "¿No sentiste una lágrima mía deslizarse en tu boca?..." , "No es lámpara ni estrella la luz que hemos seguido: es un candil" ...
Si un deseo me fuera concedido y pudiera encontrarme con alguien, ahora mismo, lo haría contigo, y te daría las gracias por haber "vestido, aunque sea de harapos" como dijiste una vez, "los extravagantes hijos de tu fantasía, que esperaban en silencio que el arte los vistiera de la palabra para poder presentarlos decentes en la escena del mundo".
A Gustavo Adolfo Bécquer (17 de febrero de 1836 - 22 de diciembre de 1870)
Es uno de mis libros favoritos, junto a La Vida es Sueño de Calderón. Qué despreciados tenemos a los cásicos!
ResponderEliminar¡Coincidimos otra vez! Estas navidades hice acopio de libros en casa de mis padres...vine con la maleta llena...y entre ellos, Bécquer, al cogerlo recordé lo feliz que fui leyéndole, lo que me gustaron sus Leyendas...Además, creo que las dos somos del 70!!!!!
ResponderEliminarUn abrazo!!!!