Hay palabras feas de verdad. Iba a poner una lista con todas las que se me iban ocurriendo a bote pronto (esta expresión siempre la había dicho mal, pensaba que era : a voz de pronto), pero la que hoy ha aparecido en una conversación mañanera ha sido la palabra aquelarre. Por curiosidad he buscado su etimología y resulta que proviene del euskera, que se ha asimilado al castellano y que se refiere a cualquier reunión de brujos y brujas. Inevitablemente cuando hablamos de aquelarres pensamos en meigas. Para no meter la pata he buscado también su significado. Las meigas, a diferencia de las brujas, son buenas. Pues hablemos solo de brujas, brujos y aquelarres. Siempre los había imaginado en bosques oscuros y frondosos. En noches de luna llena y niebla ascendente. Alrededor de ollas de cobre humeantes. Machos cabríos con cuerpo humano danzando al son de rezos paganos...Pero no. Los aquelarres no necesariamente necesitan de toda esa parafernalia para celebrarse. No necesitan tampoco de la nocturnidad, sí de la alevosía. Se celebran a pleno sol, en lindos hogares, alrededor de tazas de café. También en plena calle, en las colas de los supermercados, en las puertas de los colegios, en oficinas y en despachos...Vía telefónica, Facebook, blogs y wasups. El macho cabrío adopta otras formas más cuidadas. Va a la peluquería. No danza a ritmos frenéticos. Dice hacerlo al son de la luna y las estrellas y si puede se viste de Prada.
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