Hay días en los que comienzas sorprendiéndote de las maravillas de la naturaleza humana. Sí es cierto que son los menos, que por desgracia abundan más los días de desilusiones, pero la maravilla de hoy puede con miles de esos otros.
Hacía tiempo que no me tomaba un café en Farray. Allí seguía Marco, saludándonos con su sonrisa de siempre. Las mesas y sillas con los cojines color granate y el dibujo de una rosa. La fuente sin funcionar. Las palmeras aún dormidas. Los periódicos a punto de llegar. Ni los donuts, ni el pan de sándwich, ni los croasanes. No importaba porque todavía no tenía hambre. Remuevo mi “leche y leche” cuando veo que un señor, de los que habitualmente encuentras sentado en uno de los bancos de la plaza, de los que no sé su historia pero que intuyo dura, triste, desafortunada, se acerca y le pregunta:
- ¿Con corteza o sin corteza? ¿También los donuts? ¿Y cuántos de pan?
Marco le entrega diez euros y le da las explicaciones pedidas. Él se aleja arrastrando sus pies pesados de tantos días bajo la lluvia, bajo el sol, bajo el frío. Bajo las tristezas y bajo el alcohol.
Me quedo mirando a Marco y le pregunto:
- ¿Él va a comprar las cosas?
- Sí…
No hace falta que me diga nada más. Por mi mente pasan rápidamente todas las mañanas en las que él se acerca y le hace las mismas preguntas, en las que tras el recado recibe unas monedas que le ayudarán a llevar mejor su día, nublándolo con emanaciones etílicas en las que todos hemos caído alguna vez pero de las que algunos no han podido escapar.
Marco continúa hablando… “Y qué le voy a hacer. También tienen la llave de mi casa. G. va todos los días a sacar a Gucci (mi perrito) mientras yo trabajo. También saben que se pueden quedar a ver la tele, les dejo unos refrescos y unas cositas…mejor que pasar el día sentados en el banco…y si quieren también pueden ducharse, compré unas toallitas…eso sí, cuando ya salgo del trabajo…ellos saben que también tengo una vida…”
Le miro. Por mi mente pasa fugazmente la idea de que yo también podría hacer lo mismo…No soy tan valiente.
Como la vida misma, amiga.
ResponderEliminarLa dura y cruel realidad de la vida. Y menos mal que está Marco...besos
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