Y ese fue el escogido. Fuimos a verlo de día, de noche y al atardecer, como si los posibles cambios de luz fueran a hacernos cambiar de idea…¡si ni siquiera la falta de ascensor me iba a disuadir de estar viviendo allí unos días después!
Y llegó el día de la mudanza. La noche antes fuimos a cenar a nuestro restaurante favorito, el del “cocinero sin nombre”, para despedirnos. (Ir a: “El cocinero sin nombre”).
Casi me muero. Y eso que yo no tuve que cargar cajas y subirlas por aquellas escaleras. A mí me tocó hacer la limpieza final del apartamento para entregarlo a la agencia y que nos devolviesen la fianza. Estaba embarazada de ocho meses y medio y me pasé. Entre el fuerte olor de los productos de limpieza, la aspiradora mini que tenía y que debía pasarla de rodillas, los cristales que dejé relucientes, etc…me bajó la tensión y tuve algunas pérdidas, pequeñas, pero que me asustaron muchísimo. Y esa tarde tenía que trabajar. No pude ir. Aproveché para despedirme de “Roland”, la academia de idiomas en la que trabajaba, y empezar a cuidarme para la llegada de Yui.
Y pasamos la primera noche en nuestro nuevo apartamento. Como ya dije en la entrada anterior, la fachada del edificio estaba siendo remozada. Y nosotros no teníamos cortinas…así que aquella mañana, cuando abrí los ojos somnolienta, cuál no fue mi sorpresa cuando me vi rodeada de obreros…
Continuará...
La segunda foto tiene una sensualidad urbana especial pero me encanta la tercera como bodegón hogareño y la ventana entreabierta.
ResponderEliminarNothing really matters to me!!!