YUI (Esencia II) http://tokioazulguada.blogspot.com.es/2013/03/yui-esencia_19.html
Continuación de las dos entradas anteriores:
Y lo intentó. Desesperadamente. Buscó por tierra, mar y aire a alguien que me pudiese sustituir y le fue imposible. Casi me hizo firmar una declaración jurada por la que me comprometía a asistir a las grabaciones aunque estuviese de parto.
Así que ahora que lo pienso con la perspectiva del tiempo, la comunicación a terceros (incluído Jin) de mi embarazo se parecía más a un anuncio de nuevos recortes en tiempo de crisis que a una “buena nueva”. Jin tardó quince días en asimilarlo. Al decimoquinto día, cuando Yui medía 12 mm, decidió llamarla “mis doce milímetros” y aceptar que venía en camino.
Mi padre seguía llamando cada dos por tres. Se hizo experto en “embarazos y partos en Japón”. Un día me comunicaba que no había anestesia epidural a lo que yo le contestaba: “ ¡Papi! Por favor, que estamos en Japón , no en el Tercer Mundo. ¡Claro que hay epidural!” Otro día me llamaba y me decía que si no sabía que en Japón no se consideraba el parto como una enfermedad, por lo cual los gastos había que pagarlos y no los cubría la Seguridad Social. A lo que yo contestaba: “¡Papi! Por favor, ¿de dónde sacas esas informaciones? ¡Claro que lo cubre la Seguridad Social! Que para eso pago el Seguro todos los meses”. Y así como mi padre iba aprendiendo más y más sobre el sistema sanitario japonés, yo me iba haciendo más y más experta en meterle bolas al respecto. Tenía toda la razón: no ponían anestesia epidural, solo en algunas clínicas privadas y si eras extranjera lo podías solicitar pagando una burrada, y al no considerarse una enfermedad había que pagar la totalidad del coste que ascendía a unos 350.000 yenes, casi medio millón de pesetas.
Finalmente mi padre se rindió a la evidencia de que su niet@ iba a nacer en Japón y que él iba a estar en el parto, si no dentro, por ahí cerquita. Así que mi preocupación pasó de ser la falta de epidural o el coste tan elevado del parto a cómo iba a disimular delante de mi padre el dolor para que creyese que me habían puesto la epidural.
Continuará…
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