viernes, 17 de enero de 2014

Una HISTORIA de AMOR

La chimenea ante la que se calentaba era imaginaria. No lo era la manta marrón que le cubría las piernas. Tampoco el andador que tenía siempre cerca por si necesitaba ir al baño. Sí eran imaginarias las cortinas de flores que cubrían las ventanas, el olor a madera de los muebles y la piel tersa de sus manos.

Sus manos. No las suyas. Las de él. También pequeñas y tersas. También imaginarias.

La chimenea le sigue dando calor. Acerca su mano al fuego. Él, sentado a sus pies, apoya la cabeza en sus rodillas. Parece dormido pero también mira al fuego. Coge su mano. No quiere que se queme. La acaricia suavemente..."siempre seremos amigos...más allá del amor, siempre serás mi mejor amiga".

Empieza a gritar. Como puede aparta la manta envuelta en llamas de sus piernas. Una de las cuidadores acude corriendo sin dejar de lamentarse por su mala suerte: sabía que hoy tenía un mal día y que aquellos arranques no dejarían de sucederse durante toda la noche. A duras penas la convence de que allí no hay llamas, ni fuego, ni chimenea.

Deja de sentir el calor. Cierra los ojos. Sigue sujetando su mano. Nunca ha dejado de hacerlo.