Un día cualquiera, digo un día cualquiera porque así eran
los días en Tokio, recibí una llamada de Yoko mi jefa y productora del programa
de radio y televisión en el que trabajaba y me pidió que escribiera para la
revista mensual. Debía escribir para una sección que se llamaba “Mi tierra
natal” , describir cómo era y mis recuerdos, breve porque no había mucho espacio. Y escogí escribir sobre Gran Canaria, tierra en la que aunque no nací "en lo que se dice por nacer", sí nací como niña.
UNA HORA MENOS EN LAS ISLAS CANARIAS
Una tarde lluviosa en Tokio, de regreso a casa, comienzo a
escribir…”las Islas Canarias”…y miles de recuerdos aparecen en mi mente
llenando mi alma de nostalgia a la vez que mis labios esbozan una sonrisa. Y
comienzo a recordar…
Siete islas volcánicas situadas al sur de España, muy
cerca de la costa africana. Siete islas que en otro tiempo fueron llamadas “Las
Islas Afortunadas” agraciadas con un clima inmejorable. Cada una de ellas con
un paisaje característico. “El bosque más frondoso de Europa” en la Gomera. “El
mar de lava “ en Lanzarote que te hace pensar que estás en la Luna. “Las
cumbres de Gran Canaria”, “las playas de dunas”, “El Teide” en Tenerife…y el
mar…el Océano Atlántico desde el que partió Colón con sus tres carabelas en
busca del “Nuevo Mundo”.
Pero es en Gran Canaria, en Las Palmas, en la playa de
Las Canteras, donde pasé la mayor parte de mi infancia y en la que guardo los
mejores recuerdos de mi vida. Comenzaba el día…Muy temprano nos despertaba el
canto de los “Canarios” de mi abuelito, a los que se unía él también. Era tenor
de ópera e inundaba la casa con su voz. Aún ahora creo poder escucharla…una
canción canaria, “Sombras del Nublo” dedicada a una piedra volcánica, un roque
gigante que lleva su nombre y cuya imagen me recuerda a un dedo emergiendo de
la tierra y apuntando al cielo, como su hermano, “El Dedo de Dios” ,en Agaete y
cuya imagen llevamos grabada todos los canarios en el corazón.
Y así, entre el canto de los pájaros y las canciones de
mi abuelo transcurría la mañana. Las tardes las pasaba en la playa jugando con
mi hermana en la orilla del mar, haciendo castillos de arena. Unas veces con mi
abuela y otras con mi abuelo que, siempre muy despistado, se metía en el agua
con su sombrero puesto y cuando se daba cuenta el mar ya se lo había llevado. Y
de regreso a casa…mi hermana y yo llenas de arena…mi abuelo sin su sombrero…y
mi abuela diciendo: “Domingo, Domingo…¿dónde tienes la cabeza?”. Él nos miraba
y sonreía. En la cocina nos esperaban las papas con mojo y el queso tierno de
Fuerteventura y en la televisión comenzaba el telediario con la misma frase de
todos los días: “son las nueve de la noche, una hora menos en Canarias…”
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