domingo, 25 de noviembre de 2012

BLANCANIEVES y la Dormidina (no es triste, lo prometo)



Desde que misteriosamente he sido poseída por el poder de las letras, las visitas de Calíope no cesan. Mis noches se han convertido en un ir y venir de desvelos. He dejado  de soñar dormida para hacerlo despierta. A las tres, a las cuatro, a las seis…Hasta ahora lo único que me llevaba a la cama era un libro y  un vaso de agua. Ahora, el nuevo miembro de la pandilla es mi iPhone. Como la mayor parte del tiempo duermo boca abajo, lo pongo en el suelo al lado de mi almohada y cuando los desvelos llegan, alargo el brazo, con el cuello medio  colgando del borde (sigo boca abajo) lo enciendo, meto mi clave, voy a ”Notas” y empiezo. A veces sólo frases sueltas, otras, párrafos enteros, otras, ideas que se conectarán formando un relato, otras, preguntas por formular. Y llega la mañana. Mi rebelde pelo, más rebelde que nunca, también parece poseído no tanto por las letras como por una serie de descargas eléctricas. O eso, o que un gato, o unos cuantos,  se han colado por mi ventana mientras dormía y me han confundido con su enemigo. Mi piel, antes reluciente tras horas de sueño, ahora amanece ajada y los párpados, antes algo caídos, ahora lo están más que nunca. Por no hablar de la tortícolis que no quiere abandonar mi cuello, quejándose de ser sometido a semejante postura.

Queriendo poner remedio a tantas vicisitudes, anoche decidí que Calíope, aunque fuese sólo por una noche, no iba a ser bien recibida. Se iba a encontrar las puertas cerradas a cal y canto y el iPhone desterrado en la cocina. Y ni corta ni perezosa siguiendo los consejos que tan sabiamente da la televisión, fui a la farmacia más cercana y me compré un paquete de “Dormidina”, con la frase del anuncio de la tele todavía resonando en mis oídos: “Ante el insomnio transitorio, Dormidina facilita el sueño”. Siguiendo el prospecto fielmente, me tomé una media hora antes de ir a la cama. La verdad es que, a simple vista no parecían peligrosas. Con su color azulito y forma ovalada, se parecían más a las pelotas de béisbol de los pitufos que a una pastilla que me iba a someter a los designios de Morfeo. Un Morfeo que en esta ocasión no aparecería en su cueva rodeado de flores de adormidera, sino en un laboratorio lleno de probetas humeantes destilando toda suerte de narcóticos. Para reforzar sus efectos, por si acaso, me tomé también un colacao  calentito y me fui corriendo a la cama. Desconocedora de su forma de actuar, no quería que me pillase lavándome los dientes, por ejemplo, y de repente caer fulminada y dejar las paletas en el borde del lavabo, con lo que les había costado a mis padres ponerlas en su sitio.

El sueño llegó sin darme cuenta. Creo que fueron varias horas seguidas, hasta que la necesidad imperiosa de hacer pis me llevó al baño. Digo me llevó, porque yo no fui. Lo recuerdo vagamente: ir dando tumbos por el pasillo y seguir como un zombi hasta el baño, mirar hacia la taza y ver como ésta se acercaba y alejaba a su capricho y finalmente lograr sentarme. Menos mal que duermo sin ropa interior; creo que no me hubiese acordado de quitármela. Volví rebotando de un lado a otro del pasillo como una bola de ping ball, y caí fulminada otra vez. Las horas de luz llegaron, no así mis ganas de levantarme. Pero para eso estaba ella. Calíope, cansada de esperar toda la noche fue a mostrar su desacuerdo con Morfeo y sus nuevos métodos, nada ortodoxos a su parecer, ante Zeus. La queja dio resultado. Giré sobre la almohada, la aparté a un lado para colocarme boca abajo y encontré mi iPhone esperando. Sin darme tiempo siquiera a preguntarme cómo había llegado allí (lo había dejado en la cocina, o eso creía) comencé a escribir:

NOTAS
…la madrasta de Blancanieves había puesto Dormidina en la manzana…
…entre otros muchos poderes maléficos, tenía el poder de viajar en el tiempo y vino a buscar la Dormidina…
…Blancanieves durmió sólo unas horas o unos días porque la dosis fue pequeña, unas tres o cuatro pastillitas…
…el príncipe tras el beso, no se encontró a la misma Blancanieves hermosa y reluciente de unas horas antes, ahora estaba despeinada, con ojeras y esa lengua que antes tanto le había recordado a un melocotón en almíbar, ahora parecía la suela de un zapato…
…Efectos secundarios: náuseas, (Blancanieves casi se muere de verdad, cuando el príncipe la besó y a ella le subió un buchito), alucinaciones (o el príncipe era un gigante o ellos eran demasiado bajitos), palpitaciones ( casi se le sale el corazón por la boca cuando abrió los ojos y le vio), sequedad bucal ( no era el trozo de manzana seca todavía en la boca…era su lengua..)…
…posiblemente la Bella Durmiente sufriera una sobredosis, no se conocen los efectos secundarios de la Dormidina inyectada ( aguja de la rueca) directamente en sangre…
…título…Blancanieves y la Dormidina ……
…no recomendar dormidina, te levantas igual de despeinada, más cansada si cabe y con la lengua más seca que un esparto…
Posdata: aún sigo creyendo en cuentos de princesas…    

4 comentarios:

  1. Magnífico relato, Guada. No pude entrar antes, pero me alegro de haberlo hecho hoy. No tiene desperdicio. Cuántas realidades mezcladas con los sueños!!! y este final, con tus notas atropelladas, me encantó. Muy original.

    Besos!!! y que tengas unos días maravillosos!!!

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  2. ¡Malena! no había visto tu comentario!!!!!! Me alegro mucho de que te gustase, aunque no ha sido de los relatos que más éxito ha tenido, es uno de mis favoritos.
    Gracias!!!!
    Un abrazo muy grande!!!!!

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  3. "Misteriosamente poseida por el poder de las letras" y yo por tu blog.
    Fascinante cada entrada!
    Desde hoy (y a estas horas) te sigo!

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    1. ¡Gracias Alba!
      Qué alegría ver tu comentario, de verdad, porque creo que no me sigue mucha gente, así que me ha hecho mucha ilusión. Y además en una de mis entradas favoritas, la de Blancanieves y la Dormidina.
      Gracias de todo corazón por tus palabras!!!!!!!!!!!!

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