miércoles, 26 de diciembre de 2012

DE LIBROS PERDIDOS Y LIBROS DEDICADOS (II)


Ese mismo día recibí el otro regalo de cumpleaños que me faltaba: el de mis padres. Era un regalo que, al mismo tiempo que lo quería, había ido retrasando. Un ebook. Me resistía a que los libros, a los que tanto amaba, se convirtieran en otra pantallita más. Que no pudiese disfrutar del placer de su olor, de su tacto. De colocarlos en una estantería, o en el cabecero de mi cama, que, a pesar de que dije que lo iba a mantener diáfano, ahora está lleno de novelas y poemas por leer. Era un regalo deseado pero que, al mismo tiempo, me producía cierto dolor. Y entonces, con un libro firmado y dedicado por sus autoras en una mano, y el ebook en la otra, caí en la cuenta de algo que me ha dejado, sin caer en la exageración, desolada: ¿cómo nos van a dedicar ahora los escritores sus libros? ¿dónde podrán poner esas palabras a veces repetidas por no conocernos? o ¿esas otras, con cariño, al amigo que les pide una dedicatoria con toda la ilusión del mundo?
Son pocos los libros que tengo dedicados por sus autores. Nunca antes había hecho ningún esfuerzo por acudir a una caseta en la feria del libro para que me firmasen un ejemplar , ni tampoco acudía a presentaciones, ni a firmas de libros en alguna librería importante. Mi primer libro firmado por un escritor lo conseguí hace tres años o cuatro. Y es curioso que ese escritor, Pablo Sabalza, y su libro, “La cometa de Miel”, hayan jugado un papel tan importante en mis comienzos en la escritura. Cuando lea estas palabras lo sabrá. Aquellas mañanas en las que le veía sentado a la orilla del mar, con un cuaderno y un bolígrafo, escribiendo... Aquella dedicatoria, que me hizo tanta ilusión, ahora sería otra, y es posible que se la pida…en la página siguiente.
Quiero encontrar libros firmados en mis estanterías. Quiero dedicatorias de escritores y no escritores. Quiero libros regalados con cariño y firmados por quien los regala. Quiero encontrarme, en el libro  de Rimas y leyendas de Bécquer, casi treinta años después, con letra juvenil: mi nombre y la fecha, 22-1-85. Quiero encontrar algún día, aquel libro que se fue de viaje junto a los otros, “Corazón”, de Edmundo de Amicis, que me había regalado, para mi comunión, mi vecina de la Calle Churruca. Me lo había dedicado y, poco después, un día de regreso del cole…su puerta precintada…afán de los adultos por ocultarme lo ocurrido y no sé cómo, entre susurros y susurros, supe que se había suicidado…Aún recuerdo el cariño con el que me lo dio. Años después, cuando volví, me apunté a la biblioteca de Tías con el plan secreto de buscarlo, sacarlo prestado y no devolverlo nunca más. El libro no estaba pero no pierdo la esperanza de que, algún día, en una estantería olvidada de una tienda de libros de segunda mano, encuentre aquel  primer libro dedicado. Lo reconoceré por la tinta y el trazo que no tendrá nunca un ebook.

                                                                                                                  A Pablo Sabalza

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