Lo hice ayer por primera vez.
El llanto sin lágrimas, el que más duele,
en el que ellas se esconden cautelosas
por miedo a más dolor del que ya traen consigo.
Pero es solo ahora, con el alma anegada,
cuando recuerdo aquel otro, el de la infancia,
cada vez que te ibas.
Ella lloraba abiertamente y a gritos.
Yo lo hacía en silencio.
Decías que ese llanto
de ojos hinchados surcados de blanco,
de mirada sin palabras,
vasijas de agua salada sin sollozos,
decías que ese, y no el otro,
era el que te partía el alma.
Con mami.
Creo que aquella vez nosotras también fuimos en aquel vuelo.
Creo que aquella vez nosotras también fuimos en aquel vuelo.
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